Miguel de Unamuno
Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao, 29 de septiembre de 1864-Salamanca, 31 de diciembre de 1936) fue un escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98. En su obra cultivó gran variedad de géneros literarios como novela, ensayo, teatro y poesía. Fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca tres veces; la primera vez en 1900 y la última de 1931 hasta su destitución, el 22 de octubre de 1936, por orden de Franco. En 1931 había sido elegido diputado de las Cortes constituyentes de la Segunda República.
Biografía
Familia, infancia y primeras letras
Miguel de Unamuno nació en el número 14 de la calle Ronda de Bilbao, en el barrio de las Siete Calles. Era el tercer hijo y primer varón, tras María Felisa, nacida en 1861, y María Jesús, fallecida en 1863, del matrimonio habido entre el comerciante Félix María de Unamuno Larraza y su sobrina carnal, María Salomé Crispina Jugo Unamuno, diecisiete años más joven.Más tarde nacieron Félix Gabriel José, Susana Presentación Felisa y María Mercedes Higinia. Por parte de padre, el filósofo era primo del científico, naturalista y antropólogo Telesforo Aranzadi Unamuno (1860-1945), con quien preparó diversas oposiciones.
Su padre, nacido en 1823, hijo de un confitero de Vergara, emigró joven a la ciudad mexicana de Tepic. A su regreso, en 1859, gracias al capital acumulado, solicitó licencia municipal para que su horno panadero de Achuri pudiera utilizar agua del manantial Uzcorta. En 1866, cuando contaba cuarenta y tres años, pidió permiso para establecer un despacho de pan en los porches de la Plaza Vieja. Se presentó a las elecciones municipales celebradas tras la Gloriosa, saliendo elegido por el distrito de San Juan con 120 votos. El 1 de enero de 1869 juró su cargo de concejal en la sesión constitutiva del nuevo ayuntamiento.
Antes que Félix, en 1835 y debido a la guerra carlista, habían llegado a la capital vizcaína dos de sus hermanas: Benita, nacida en 1811, y Valentina, quince años menor que ella. Benita, acabada la guerra, contrajo matrimonio con José Antonio de Jugo y Erezcano, pequeño rentista natural de Ceberio, dueño con su esposa de la confitería «La Vergaresa». La más joven, Valentina, casó en 1856 con Félix Aranzadi Aramburu, quizá un antiguo trabajador de la pastelería de su padre que abrió una chocolatería en Bilbao con el mismo nombre que había tenido el negocio de sus cuñados. Félix y Valentina fueron los padrinos en el bautismo de Miguel.
Su madre, Salomé, hija única, fue bautizada en Bilbao el 25 de octubre de 1840.19 Poco después de los cuatro años murió su padre20 y su madre volvió a casarse en 1847, esta vez con José Narbaiza.
A los pocos meses de nacer, los padres de Unamuno cambian de domicilio y se instalan en el segundo piso derecha de la calle de la Cruz número 7. En los bajos se halla la chocolatería de sus tíos, que viven en el primer piso. No ha cumplido todavía los seis años cuando queda huérfano de padre. Félix de Unamuno falleció el 14 de julio de 1870 en el balneario de Urberuaga, en Marquina, «de enfermedad de tisis pulmonar».
Aprendió sus primeras letras con don Higinio en el colegio privado de San Nicolás, situado en una buhardilla de la calle del Correo. En las catequesis preparatorias para la primera comunión, en la iglesia de San Juan, conoció a quien, andando el tiempo, sería su novia y esposa: Concepción Lizárraga, Concha.
Al acabar sus primeros estudios en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto, asistió como testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista, lo que luego reflejará en su primera novela, Paz en la guerra. Al mando del general Elío, la villa quedó sitiada por las tropas carlistas desde el 28 de diciembre de 1873. A partir de febrero de 1874, la situación se agravó al quedar interrumpido cualquier abastecimiento a través de la ría y, por último, el día 21 del mismo mes comenzó el bombardeo de Bilbao. El sitio finalizó el 2 de mayo de 1874 con la entrada de las tropas liberales al mando del general Gutiérrez de la Concha. Para sus biógrafos, esta experiencia de la guerra civil marcó su tránsito de la infancia a la adolescencia.
Bachillerato
La siguiente etapa en la vida académica de Unamuno comenzó el 11 de septiembre de 1875, fecha en la que realizó su examen de ingreso en el Instituto Vizcaíno para cursar el Bachillerato, prueba en la que obtuvo la calificación de «Aprobado», y no se presentó al examen de premio. Tanto el examen de ingreso como el primer curso tuvo que realizarlos en el antiguo colegio de la calle del Correo, ya que el Instituto, durante la guerra, había sido convertido en hospital militar. Santos Barrón fue su profesor de Latín y Castellano, y Genaro Carreño de Geografía universal. Obtuvo la calificación de notable en las tres asignaturas. Unamuno describió con gran viveza este periodo formativo de su vida en sus Recuerdos de niñez y de mocedad (1908), de que hay distintas versiones publicadas, pues el autor refundió diversos artículos publicados sobre el tema entre 1891 y 1892.
Los restantes cuatro cursos los realizó en el instituto. En general, le disgustaba el método de aprendizaje memorístico que se aplicaba en casi todas las asignaturas y le aburrían, en particular, las clases de Latín, Historia, Geografía y Retórica, aunque le encantaba memorizar los ejemplos de figuras de esta última. No tuvo ningún problema con la Aritmética, la Física, la Geometría o la Trigonometría, y disfrutaba con el Álgebra. También le agradó la Filosofía, que agrupaba entonces en cuarto curso fundamentos de Psicología, Lógica y Ética, a pesar de que no apreciaba la didáctica de su profesor, el sacerdote Félix Azcuénaga. En sus Recuerdos de niñez y de mocedad, Unamuno cuenta que empezó a sentir curiosidad por la filosofía leyendo las únicas obras de esa materia que había en la biblioteca paterna, que eran de Jaime Balmes («una especie de escocés de quinta mano») y de Donoso Cortés. En esas clases podía hacer gala de su talento de orador rivalizando a menudo con su compañero, Andrés Oñate. Por último, en las asignaturas impartidas por Fernando Mieg, Historia Natural, Fisiología e Higiene, logró sendos sobresalientes, probable consecuencia del sistema pedagógico utilizado por el catedrático que sabía despertar la curiosidad y el interés de sus alumnos. Como dice, literalmente, su expediente, «con fecha 19 y 21 de junio de 1880 fue aprobado en los ejercicios del grado de Bachiller en Artes, en 17 de agosto del mismo se le expidió el título por el Sr. Rector de este distrito y en 30 del mismo mes recibió el dicho título».
Buen dibujante, estudió en el taller bilbaíno de Antonio Lecuona, pero, como él mismo confesó, la falta de dominio sobre el color le hizo desistir de una carrera artística.
Estudios universitarios
En septiembre de 1880 se traslada a la Universidad de Madrid para estudiar Filosofía y Letras. En ese año precisamente acababa de publicar Marcelino Menéndez Pelayo el primer volumen de su Historia de los heterodoxos españoles (1880-1882), que le impresionó profundamente, en especial en lo que tocaba al protestante José María Blanco White, con el que se identificaba íntimamente, como señaló el Conde de Motrico. El 21 de junio de 1883, a sus diecinueve años, finaliza sus estudios y realiza el examen de Grado de dicha licenciatura obteniendo la calificación de sobresaliente. Al año siguiente, el 20 de junio, se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. En ella anticipa su idea sobre el origen de los vascos, idea contraria a la que en los años venideros irá gestando el nacionalismo vasco, recién fundado por los hermanos Arana Goiri, que propugnará una raza vasca no contaminada por otras razas.
En 1884 comienza a trabajar en un colegio como profesor de latín y psicología, publica un artículo titulado «Del elemento alienígena en el idioma vasco» y otro costumbrista, «Guernica», aumentando su colaboración en 1886 con El Noticiero Bilbaíno.
En 1888, oposita en Madrid a la cátedra de Psicología, Lógica y Ética vacante en el Instituto de Bilbao y, mientras se halla en la capital por este motivo, la Diputación de Vizcaya convoca una plaza de profesor interino de lengua vascongada en el mismo instituto con «asignación anual de mil quinientas pesetas». Se presenta a esta última junto con Pedro Alberdi, Eustaquio Madina, Sabino Arana y el novelista y folclorista Resurrección María de Azkue, adjudicándose la plaza a este último. El primer informe presentado por el secretario de la Diputación hizo constar que, de los cinco candidatos, solo Unamuno y Azkue contaban con título profesional. El primero, doctor en Filosofía y Letras y el segundo, Bachiller en Teología. Según Sabino Arana, la adjudicación se debió al «Diputado Larrazabal, amigo de Azkue y amigo de mi difunto padre, (que) me escribió suplicándome retirara la solicitud, para que el nombramiento recayera en Azkue, joven clérigo despejado que tenía que sostener a su madre y hermanas y al efecto y para desplegar sus facultades deseaba establecerse en Bilbao».
Polemizó con Sabino Arana, que iniciaba su actividad nacionalista, ya que consideraba a Unamuno como vasco pero «españolista» debido a que Unamuno, que ya había escrito algunas obras en euskera, consideraba que ese idioma estaba próximo a desaparecer y que el bilingüismo no era posible. «El vascuence y el castellano son incompatibles dígase lo que se quiera, y si caben individuos no caben pueblos bilingües. Es éste de la bilingüidad un estado transitorio».
En 1889 prepara otras oposiciones y viaja a Suiza, Italia y Francia, donde se celebra la Exposición Universal y se inaugura la torre Eiffel.
El 31 de enero de 1891 se casa con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño y con quien tuvo nueve hijos: Fernando, Pablo, Raimundo, Salomé, Felisa, José, María, Rafael y Ramón. Salomé se casó más tarde con el poeta José María Quiroga Plá. Unamuno pasa los meses invernales de ese año dedicado a la preparación de las oposiciones para una cátedra de griego en la Universidad de Salamanca, una materia menos controvertida, la cual obtiene de un tribunal donde figuraba entre otros Juan Valera. Con motivo de estas oposiciones, entabla amistad con el granadino Ángel Ganivet, amistad que se irá intensificando hasta el suicidio de aquel en 1898. El 11 de octubre de 1894 ingresa en la Agrupación Socialista de Bilbao y colabora en el semanario La Lucha de Clases de esta ciudad; en 1895 aparece su primera colección de ensayos, En torno al casticismo, que tendrá segunda edición en 1916; la ejecución del líder y escritor filipino José Rizal en 1896, a instigación de las órdenes religiosas establecidas en la isla, lo conmueve profundamente. Abandona el partido socialista en 1897 sufriendo una gran depresión: su tercer hijo enfermó de una meningitis que degeneró en hidrocefalia, se cree a las puertas de la muerte al sufrir una neurosis de angustia; y el materialismo dialéctico no puede explicar sus dudas existenciales y sus preocupaciones religiosas, que empiezan a dominar su pensamiento. Publica también en ese año su única novela histórica, Paz en la guerra, sobre la tercera carlistada en Bilbao, pero que no le deja satisfecho por ser demasiado pensada y estructurada; refleja algo de su crisis espiritual en su tragedia La esfinge, compuesta en 1897 pero solo estrenada en 1909, donde cuenta la historia de Ángel (¿un eco de su amigo Ángel Ganivet, acaso?), quien, empujado por su entorno para adentrarse en el mundo de la política, sufre una crisis espiritual y de valores que le empuja a dejarse matar. Además, concluye en 1898 la Guerra hispano-estadounidense en la que España pierde sus colonias y se hace evidente que el país no es lo que se creía que era. El corrupto sistema canovista está en crisis y cunden las preocupaciones patrióticas: el pensamiento regeneracionista está en el aire: Joaquín Costa publica Reconstitución y europeización de España (1898). De esta coyuntura surge el grupo de «los tres» (Azorín, Baroja y Unamuno) y la llamada Generación del 98, que ofrecerá una visión subjetiva (artística: narrativa y poética) de la decadencia inspirada en los estudios objetivos del regeneracionismo, buscando en diversos viajes por el país la España real, lo que Unamuno llamará en los ensayos de 1895 tradición eterna o intrahistoria, una historia de los pequeños grupos humanos frente a la de la España oficial, metahistórica, falsa y meramente epifenoménica. Unamuno tiene en 1898 ya cinco hijos y multiplica su esfuerzo y sus colaboraciones periodísticas para poder sostener a su familia.
Desde los inicios de su estancia en Salamanca, participó activamente en su vida cultural, y se hizo habitual su presencia en la terraza del Café literario Novelty, al lado del ayuntamiento, costumbre que mantuvo hasta 1936. Desde aquella terraza, cuando a Unamuno, refiriéndose a la Plaza Mayor de Salamanca, le preguntaban si era un cuadrado perfecto o no, él afirmaba: «Es un cuadrilátero. Irregular, pero asombrosamente armónico». En 1900 el ministro lo nombra, con solo treinta y seis años de edad, rector de la Universidad de Salamanca por primera vez, cargo que llegó a ostentar tres veces. Creó una cátedra de Filología comparada que terminó rigiendo él. En 1901 empieza a leer a su filósofo predilecto, Sören Kierkegaard; incluso aprende danés para comprenderlo mejor, y se recrudece su enfrentamiento con el obispo de Salamanca Tomás Cámara. En 1902 publica la novela Amor y pedagogía, una crítica severa al pensamiento educativo del positivismo y a la represión de todo impulso natural. Sostiene en esta obra, como en otras, la dicotomía esencial entre la vida y el pensamiento. Le nombran mantenedor de diversos juegos florales. Con motivo del tricentenario de la publicación del Quijote (1905), publica su poco ortodoxo ensayo Vida de don Quijote y Sancho sobre el heroísmo y el erostratismo y recibe la Gran Cruz de Alfonso XII. En 1906 le acomete otra vez la neurosis de angustia. En agosto de 1909, durante la Guerra de Melilla y después del Desastre del Barranco del Lobo, escribió su polémico poema «Salutación a los rifeños», donde se pone de parte de ellos frente a las ambiciones mineras de los occidentales, representadas por España. Polemiza con Ramiro de Maeztu y José Ortega y Gasset y sus artículos se publican por toda España y América. En 1909 logra estrenar en Las Palmas su tragedia La esfinge. Viaja por España y Portugal y en 1911 publica Rosario de sonetos líricos, Por tierras de Portugal y España, Soliloquios y conversaciones y Una historia de amor; en 1912 aparece una colección de ensayos, Contra esto y aquello. En 1913 aparece la primera de sus obras filosóficas importantes, Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, así como su primera obra dramática, La venda.
Narrativa
La obra narrativa de Miguel de Unamuno, en orden cronológico, es la siguiente:
- Desde 1886 escribió un total de 87 cuentos y relatos cortos. De ellos, en 1913 seleccionó solo veintiséis para su libro El espejo de la muerte. Destacan el que da título al libro o Revolución en la biblioteca de Ciudámuerta.
- Paz en la guerra(1897), obra en la cual utiliza el contexto de la tercera guerra carlista (que conoció en su niñez) para plantear la relación del yo con el mundo, condicionado por el conocimiento de la muerte.
- Amor y pedagogía(1902), que une lo cómico y lo trágico en una reducción a lo absurdo de la sociología positivista.
- Recuerdos de niñez y mocedad(1908) es una obra autobiográfica. En ella el autor vasco reflexiona sobre los primeros años de su vida en Bilbao.
- El espejo de la muerte(1913), libro de cuentos.
- Niebla(1914), obra clave de Unamuno, que él caracteriza con el nombre «nivola» para separarla de la supuesta forma fija de la novela.
- En 1917 escribe Abel Sánchez, donde invierte el tema bíblico de Caín y Abel para presentar la anatomía de la envidia.
- Tulio Montalbán(1920) es una novela corta sobre el problema íntimo de la derrota de la personalidad verdadera por la imagen pública del mismo hombre.
- También en 1920 se publican tres novelas cortas con un prólogo de gran importancia: Tres novelas ejemplares y un prólogo.
- La última narración extensa es La tía Tula(1921), donde se presenta el anhelo de maternidad ya esbozado en Amor y pedagogía y en Dos madres.
- Teresa(1924) es un cuadro narrativo que contiene rimas becquerianas, logrando en idea y en realidad la recreación de la amada.
- Cómo se hace una novela(1927) es la autopsia de la novela unamuniana.
- San Manuel Bueno, mártir(1930), en la que habla de un sacerdote que predica algo en lo que él no logra creer.
- Don Sandalio, jugador de ajedrez(1930).
- Diario íntimo(Póstumo), escrito hacia 1897, publicado en 1970.
Novela
En la época literaria que rodeaba al autor por entonces, se exigían unos rígidos patrones de procedimiento a la hora de escribir y publicar una novela: una temática particular, líneas de tiempo y acción específicas, convencionalismos sociales... una especie de guion no escrito pero aceptado por todos. Y esto suponía a Unamuno un corsé del que pretendería desprenderse de alguna forma, para expresarse en sus páginas como estimara oportuno. Su solución fue inventar un nuevo género literario, al que bautizó como «nivola», y de esta forma, no podría obtener crítica ninguna en lo referente a reglas de estética o composición, porque solo debería atender a las reglas que él mismo hubiese diseñado para su nuevo género.
Filosofía
La filosofía de Unamuno no fue sistemática, sino una negación de cualquier sistema y una afirmación de fe «en sí misma». Se formó intelectualmente bajo el racionalismo y el positivismo y durante la época de su juventud escribió artículos en los cuales se apreciaba claramente su simpatía por el socialismo y expresaba una gran preocupación por la situación en la que se encontraba España.
La influencia de filósofos como Adolf von Harnack provocó el rechazo de Unamuno por el racionalismo. Tal abandono queda de manifiesto en su obra San Manuel Bueno, mártir, donde los personajes principales simbolizan las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y la metáfora de la nieve cayendo sobre el lago ilustra su postura en favor de la fe —la montaña sobre la cual la nieve crea formas, paisajes, frente al lago, donde ésta se disuelve y se transforma en nada—.
Para él la muerte es algo definitivo, la vida acaba. Sin embargo, pensaba que la creencia de que nuestra identidad sobrevive a la muerte es necesaria para poder vivir. Desde luego, se necesita creer en un Dios, tener fe, lo cual no es racional; así siempre hay conflicto interior entre la necesidad de la fe y la razón que niega tal fe Del mismo modo, el sentimiento y la razón son como el agua y el aceite: no se pueden mezclar («piensa el sentimiento y siente el pensamiento»). Es considerado uno de los predecesores de la escuela existencialista que, varias décadas después, encontraría su auge en la filosofía europea como reflejo de las dudas que sobre la condición humana suscitaron las grandes guerras mundiales. Así, llegó a decir que estudió danés para leer directamente a Søren Kierkegaard, a quien en sus obras solía llamar, en su peculiar y cordial estilo, «hermano»; sin embargo, la raíz de su interés por los idiomas nórdicos es muy anterior a su descubrimiento del filósofo, y tiene que ver con su lectura de las obras del filósofo sefardí danés Georges Brandes y el teatro del noruego Henrik Ibsen que incitó en él su amigo nordicófilo Ángel Ganivet, como ha señalado el biógrafo del escritor bilbaíno Emilio Salcedo.
La preocupación por España se manifestó en los ensayos recogidos en sus obras:
- En torno al casticismo(1895);
- Vida de Don Quijote y Sancho(1905);
- Por tierras de Portugal y España(1911).
Durante la guerra y a partir de agosto de 1936, Unamuno comenzó a tomar apuntes para un libro que no llegaría a escribir y en el que plasma su testamento político: El resentimiento trágico de la vida. Notas sobre la revolución y la guerra civil españolas.
Sus obras más puramente filosóficas son:
- Del sentimiento trágico de la vida(1912) y
- La agonía del cristianismo(1925).
Poesía
Para Unamuno el arte era un medio de expresar las inquietudes del espíritu. Por ello, en la poesía y en la novela trata los mismos temas que había desarrollado en los ensayos: su angustia espiritual y el dolor que provoca el silencio de Dios, el tiempo y la muerte; la preocupación patriótica, el cainismo, el exilio, la necesidad de pervivencia individual y la imposibilidad de conciliar sentimiento y pensamiento. Le conmovía además el paisaje austero de Castilla, que reflejaba con su casticismo la identidad y el espíritu sacrificado y noble que él pretendía encarnar.
Siempre se sintió atraído por los metros tradicionales y, si bien en sus primeras composiciones procura eliminar la rima, más tarde recurre a ella, sintiendo particular predilección por el romance y el soneto. La crítica ha señalado su escasa atención a la sonoridad del verso en una época en que era lo común exagerarla (modernismo) así como la escasa imaginación de sus metáforas, pero ha apreciado en él el gran dominio del concepto y su gran inspiración posromántica. De hecho, él mismo consideraba que era el género que más le expresaba. Entre sus obras poéticas destacan: Poesías (1907), Rosario de sonetos líricos (1911), El Cristo de Velázquez (1920), Andanzas y visiones españolas (1922), Rimas de dentro (1923), Teresa. Rimas de un poeta desconocido (1924), De Fuerteventura a París (1925), Romancero del destierro (1928) y Cancionero (1953).
Ya desde su primer libro, Poesías (1907), se perfilan los temas que van a dominar en la poética unamuniana: el conflicto religioso, la patria y la vida doméstica. Dedicó a la ciudad estas bellas palabras: «Salamanca, Salamanca, renaciente maravilla, académica palanca de mi visión de Castilla».
Tosco y prosista, nunca se le ha reconocido por versos armoniosos y trabajados, sino por estrofas breves, castellanas y muy personales: en palabras de Ramón Irigoyen, prologuista de Niebla en la edición de El Mundo, Unamuno siempre fue un «eyaculador precoz del verso», haciendo referencia a su escaso detenimiento en la revisión de sus poemas conclusos, en comparación con otros poetas de la época tales como Machado o Juan Ramón Jiménez.
Teatro
La obra dramática de Unamuno presenta su línea filosófica habitual; de ahí que obtuviera un éxito más bien escaso. Temas como la indagación de la espiritualidad individual, la fe como «mentira vital» y el problema de la doble personalidad son tratados en La esfinge (1898), La venda (1899) y El otro (1932). Actualiza la tragedia euripidea en Fedra (1918) y traduce la Medea (1933) de Séneca.
El teatro unamuniano tiene las siguientes características:
- Es esquemático, está despojado de todo artificio y en él sólo tienen cabida los conflictos y pasiones que afectan a los personajes. Esta austeridad es influjo de la tragedia griega clásica.
- Si los personajes y los conflictos aparecen desnudos, la escenografía también se ve despojada de todo artificio. Es una escenografía simplificada al máximo.
- Lo que realmente le importa es presentar el drama que transcurre en el interior de los personajes y, sin duda, de su interior.
Con la simbolización de las pasiones y la austeridad tanto de la palabra como escenográfica, el teatro unamuniano entronca con las experiencias dramáticas europeas y abre un camino a la renovación teatral española, que será seguido por Ramón Valle-Inclán, Azorín y, más tarde, Federico García Lorca.
Obras teatrales
- La esfinge(1898)
- La venda(1899)
- La princesa doña Lambra(1909)
- La difunta(1909)
- El pasado que vuelve(1910)
- Fedra(1910)
- Soledad(1921)
- Raquel encadenada(1921)
- Sombras de sueño(1926)
- El otro(1926)
- El hermano Juan o el mundo es teatro(1929)
- Razón y fe
Libros de viajes
- Apuntes de un viaje por Francia, Italia y Suiza(1889, impreso en 2017)
- Paisajes(1902)
- De mi país(1903).
- Por tierras de Portugal y España(1911)
- Andanzas y visiones españolas(1922)
- Paisajes del Alma(1979)
- Madrid, Castilla(2001)
Epistolario
Unamuno fue un auténtico epistológrafo. «Solía escribir tres o cuatro cartas diarias, se podrían contabilizar unas cincuenta mil misivas. Y solamente en la Casa de Unamuno hay veinte mil recibidas. Pero, durante el franquismo, muchos se deshicieron de las cartas que les enviaba el escritor por miedo...». La edición más reciente y completa de sus cartas (2017), realizada por los hispanistas Colette y Jean-Claude Rabaté, se compone de ocho volúmenes (Epistolario. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2017-) con 8000 páginas y cerca de 3000 cartas.
Sobre Niebla
Niebla es una novela (nivola, según la denomina su autor) escrita por Miguel de Unamuno en 1907 y publicada en 1914 por la Editorial Renacimiento que narra la historia de Augusto Pérez, un joven rico licenciado en Derecho, hijo único de una madre viuda y sus problemas de amoríos y existenciales que vive al cuestionar su cotidianeidad y al visitar al propio Unamuno, quien le dice que es un ente de ficción.
Contexto histórico y social
Después de la muerte de Alfonso XII en 1885, España sufrió un fuerte debilitamiento político desde que María Cristina, viuda del difunto rey, subió al trono. Tanto los terratenientes conservadores como los liberales defendieron los principios de la monarquía absoluta, se detonó una cantidad importante de levantamientos campesinos en Puerto Rico y Cuba, los últimos territorios americanos que aún se encontraban bajo el gobierno de la Corona, lo cual abrió paso al movimiento armado conocido como Grito de Baire.
Estados Unidos intervino Cuba basándose en el hundimiento del acorazado Maine y en sus intenciones de «proteger las vidas y haciendas de los norteamericanos» así que, después del intento fallido de España de salvaguardar su colonia mediante una reforma que le otorgara a ésta una autonomía muy acentuada en enero de 1898, en abril del mismo año el país norteamericano intervino en la contienda y le declaró la guerra a la Corona; para diciembre, después de un enfrentamiento que Laín Entralgo califica como vergonzoso por sólo durar siete horas, y por el hecho de que el único muerto de la contienda fuera el capitán del barco proveniente de Estados Unidos, debido a un paro cardiaco, España firmó el Tratado de París, en el cual otorgó la independencia a los cubanos y reconoció a Puerto Rico como posesión estadounidense.
La situación de España como nación y como sociedad se complicó por estos acontecimientos, su grandeza había sido mermada y su declive frente a los avances de los países vecinos daba la apariencia de que estaba en su peor momento, lo cual provocó desconcierto en su sociedad y un sentimiento de vacío y carencia histórica. Esto despertó el interés y la participación de la comunidad intelectual que se fijó como objetivo que, por una parte, España alcanzara al resto de naciones europeas en cuanto a sus avances científicos y culturales, y, por otro lado, que los pobladores de esta región cultivaran un nuevo concepto de patria y también se movilizaran para fomentar un crecimiento social.
Con estas bases, aparecieron en la escena Joaquín Costa y el Regeneracionismo, movimiento por el cual aquel buscaba la reconstrucción interna de España por medio de dos caminos fundamentales: una reforma agraria que fuera efectiva y que el pueblo fuera instruido, que recibiera educación de calidad. En la búsqueda de esta recuperación, se creyó que la cultura era el único método por el cual la nación entera podía progresar, pues “creían que la transformación de España dependía de la extensión de los conocimientos” y no de la solución de los problemas sociales. Dentro de este grupo de intelectuales, nace un conjunto de escritores españoles con una nueva propuesta de institución en la que hicieron uso del discurso literario para elevar críticas sobre tres temas principalmente: a la realidad española de ese momento, enfocada al modo de vida “civilizado” y “moderno” y la manera en la que los españoles la ponían en práctica; a la historia de España y las circunstancias de vida que se desprendieron a partir de ella; y a la peculiar psicología del hombre español. A este grupo se le ha nombrado la Generación del 98 en la cual sus miembros se caracterizarían por criticarlo absolutamente todo; en ella se engloba a autores como: Antonio Machado, José Martínez Ruíz “Azorín”, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno.
Corriente literaria
Para inicios del siglo XX, el positivismo comenzó a perder fuerza debido a que los principios que se habían asentado como verdades absolutas comenzaron a ponerse en duda; estos cuestionamientos se dieron en los ámbitos filosófico e historiográfico, en los cuales se presentó una crisis epistemológica: los pensadores de la primera disciplina llegaron a la conclusión de que el hombre era completamente incapaz de alcanzar la verdad y de conocer todo aquello que fuera válido universalmente, y los de la segunda afirmaron que conocer la verdad absoluta acerca de los hechos históricos era imposible de conseguir.
Con estos cambios en el pensamiento intelectual, el realismo y el naturalismo también perdieron fuerza después de ser el modelo novelesco por excelencia hasta entonces. Los autores ya no estaban interesados por captar el exterior que envolvía a los personajes, prefirieron enfocarse en la interioridad del individuo, de ese sujeto que estaba en la búsqueda de su propia verdad y que intentaba comprender su realidad. Esta nueva narrativa recibió el nombre de modernismo.
- A. Longhurst dice que el periodo modernista europeo se puede dividir en dos etapas, donde la primera abarcaría desde la década de 1890 hasta la Primera Guerra Mundial, y la segunda del término de ésta al inicio de la Segunda Guerra Mundial (respecto a Europa) o hasta la Guerra Civil (en España). En la primera fase, se puede apreciar la transformación de la novela realista y su cambio del enfoque externo (social), al interno (psicológico), estos cambios comenzados, principalmente, por Galdós y Pardo Bazán, se vieron afianzados por los escritores de la Generación del 98, que si bien no se separaron completamente del contexto social, sí negaron que éste fuera “el punto de referencia del individuo” pues los modernistas dejaron de considerar a la novela como una herramienta que permitía reflejar la sociedad y prefirieron centrarla en la subjetividad.
Según la clasificación de Longhurst, Niebla se sitúa en la segunda etapa del modernismo junto a obras como Doña Inés de Azorín y Tirano Banderas de Valle-Inclán. Como principales características de estos escritos, se puede apreciar la atenuación del argumento, una caracterización menos profunda de los personajes y una mayor flexibilidad en cuanto a la forma misma de la novela; ésta comienza a explorar todas sus posibilidades por lo que se vuelve más lúdica y autorreferencial.
Argumento
Augusto Pérez es una persona alambre que tiene una vida muy rutinaria y tranquila. Al verse afectado por el amor y por las pláticas que hace frecuentemente con su amigo Víctor Goti, comienza a cuestionar cada uno de los aspectos de su vida: se pregunta si alguien sabe lo que es amar, qué es vivir y cuál es la finalidad de la existencia, entre otros temas. Esos pensamientos lo consumen en el momento en el que su novia Eugenia huye con otro hombre después de que él abandona a Rosario, una muchacha que le planchaba la ropa, que le había jurado estar con él y quererle siempre.
Al verse sin salida, decide buscar ayuda y se dirige a la casa de Miguel de Unamuno, un reconocido escritor, con la idea de que podría decirle qué hacer. Los resultados son inesperados cuando Unamuno se pronuncia su creador y le dice que es un ente de ficción a quien, incluso, puede matar si lo desea. Augusto, en su defensa, dice que quizá Unamuno también es el personaje “nivolesco” de alguien más y que ese ente terminará con su vida cuando menos lo espere; y defiende su existencia al mencionar que él volverá a vivir cada vez que alguien lea su historia, mientras que el autor vasco, en cambio, no lo hará.
De esta forma, Miguel de Unamuno intenta plasmar el encuentro de un creador con su creación simulando la relación Dios-criatura; Niebla se construye alrededor de este tema mediante el desarrollo de conceptos como la concepción de la vida y el destino.
Estructura
Niebla está compuesta por treinta y tres capítulos que podrían dividirse en tres secciones. La primera sería el momento en el que Augusto conoce a Eugenia y comienza a cortejarla, ya que desde ese instante el protagonista comienza a cuestionar qué es el amor, qué es la vida e idealiza la imagen de su amada, de quien sólo conoce los ojos. La segunda parte sería la que engloba la convivencia con Eugenia, las visitas frecuentes de Augusto a la casa de los tíos de ella y el desconcierto que tiene éste por sentirse enamorado de todas las mujeres en el mundo. Aquí, los cuestionamientos que hace Augusto sobre su forma de vivir se hacen mucho más profundos, Orfeo (su perro) comienza a fungir como su fuente de desahogo y Víctor Goti le habla sobre la creación de la nivola y de lo miserable que es la vida de un momento a otro. Por último, la tercera parte se compone del engaño de Eugenia a Augusto al escapar con Mauricio, ya que esto propicia que el protagonista se sienta perdido y de la visita del protagonista a Miguel de Unamuno, personaje identificado con el autor del texto.
Tiempo y espacio
La descripción de los espacios no es muy extensa ni detallada, se podría decir que la novela se desarrolla en la sala de la casa de los tíos de Eugenia, en la casa de Augusto, en la casa de Miguel de Unamuno y en otros pocos lugares donde los personajes hacen citas para encontrarse.
En cuanto al tiempo, la narración es lineal y cuenta con un par de anacronías que introducen narraciones independientes de ese mundo diegético.
Personajes
Augusto Pérez: Hombre burgués que ha perdido a su madre recientemente y, en consecuencia, vive en compañía de su ama de llaves y su mayordomo. Se enamora de Eugenia y la pretende; mientras, también corteja a Rosario y le ofrece escapar con ella. Suele preguntarse cuál es el sentido de la vida y sentirse perdido en una niebla donde desconoce todo. Dialoga constantemente sus devaneos con su perro Orfeo y con Víctor Goti; este último lo contradice constantemente y eso produce que Augusto termine por alargar más sus monólogos internos. Sus constantes cuestionamientos existenciales lo llevan a la muerte al enfrentarse con el hombre que le ha dado una vida ficticia.
Víctor Goti: Amigo más cercano de Augusto. Suele estar conforme con su vida hasta que su mujer se embaraza y la relación entre ellos se vuelve tensa y malhumorada. Está en contra de seguir las construcciones establecidas por la sociedad y, para curarse un poco del tiempo libre, decide crear una forma literaria llamada nivola, la cual tendría un poco que ver con la novela tradicional en cuanto a su estructura, pero se distinguiría de ella al estar formada mayoritariamente de diálogos. Constantemente califica los juicios de Augusto como vanos y poco certeros, orillando a que su amigo tenga monólogos más extensos. Finalmente, cuando su hijo nace, se siente pleno y satisfecho con su vida cotidiana.
Miguel de Unamuno: Un reconocido escritor español al que Augusto decide visitar cuando ya no sabe qué decisiones tomar. Este personaje se presenta como el autor de la nivola de la vida de Augusto y le asegura tener el poder de decidir qué sucede con él. Cuando el protagonista le expone su plan de suicidarse, éste se burla y le hace saber que es un ente de ficción que no tiene poder de elección sobre su existencia. A partir de ese momento, Augusto se asume como un personaje e intenta demostrarle al escritor que él también es un ente de ficción creado por Dios; al notar esa rebelión, Unamuno lo condena a muerte.
Eugenia Domingo Del Arco: Una mujer que trabaja como profesora de piano, a pesar de odiar la profesión, para poder pagar la deuda que ha adquirido a partir de la enfermedad de su madre. Tiene un carácter fuerte, dominante y aparentemente no se deja influenciar por nadie. Físicamente se la describe como una mujer muy atractiva y de andar rítmico y bello. Su objetivo vital es ser independiente, valerse por sí misma y poder tener control de su vida, lo que se explica por la delicada situación que vivió cuando era niña (el suicido de su padre) y por las ganas de superar los problemas económicos. Es la imagen de la mujer moderna e independiente. Pero tiene una relación secreta con Mauricio, quien parece dominarla hasta el punto de convertirla en una manipuladora que intenta generar una relación con Augusto para conseguirle un trabajo a su novio; tiempo después decide huir con su pretendiente y abandona a Augusto dejándole una nota de disculpas donde le aconseja buscar a Rosario. Augusto la admira y la idealiza, pero al entender los motivos de su relación la considera despreciable, falsa y oportunista.
Mauricio: Novio de Eugenia. Es un hombre que se apoya en su posición social para no buscar un trabajo y vivir a expensas de lo que ella y otras mujeres pueden darle. Aconseja a Eugenia para que enamore a Augusto y le saque dinero para que ellos puedan casarse e irse a otra ciudad. Tiene un amorío con Rosario y se apoya en lo que ella le cuenta para visitar a Augusto, golpearlo y burlarse de él.
Rosario: Es una muchacha que lleva la ropa planchada a la casa de Augusto, quien la enamora cuando es rechazado por Eugenia y la abandona cuando ésta lo acepta. Tiene un amorío con Mauricio y le cuenta las cosas que Augusto le había prometido. Es una mujer sentimental, de carácter débil, que carece de ideas firmes y es arrollada por los acontecimientos en que se ve envuelta.
Orfeo: Es un perro hallado en una caja por Augusto. Acompaña a su dueño en cada soliloquio que éste tiene acerca de sus conflictos intelectuales y es el personaje que hace el epílogo de la novela, donde lamenta que su amo nunca haya entendido el sentido de la vida.
Domingo: Mayordomo de la casa de Augusto.
Liduvina: Ama de llaves de la casa de Augusto. Representa la voz de la experiencia y la sabiduría popular, pues aconseja a Augusto sobre sus relaciones sentimentales, respondiendo a sus requerimientos.
Ermelinda, tía de Eugenia que, al conocer la buena posición económica de Augusto (motivo que en realidad no se explicita en la obra, pero el cual el lector puede deducir con el transcurso de los acontecimientos) se ve realmente interesada en la unión de Augusto y Eugenia y procura convencer a su sobrina de que debe aceptar a Augusto como esposo.
Margarita, la portera de la casa de los tíos de Eugenia. Su intervención es puntual en la obra, aparece en un único momento pero que es clave para el desarrollo de la conquista de Eugenia. Es la mujer que facilita el nombre de la joven a Augusto y la que se encarga de entregar la carta que éste escribe a Eugenia para presentarse y declararle su amor.
Un grupo de personajes femeninos anónimos englobaría a todas esas mujeres que Augusto ve por la calle y de las que queda prendado al instante por su supuesta belleza. No tienen nombres concretos ni una intervención directa en la obra, pero su papel es quizás importante en cuanto representan la figura de musa y motor de las fantasías de Augusto, pues ellas alimentan su alegría, sus impulsos y algunas de sus reflexiones acerca del amor y del deseo.
Crítica
Existe una cantidad considerable de los estudios que los críticos han realizado para analizar la estructura y el argumento de Niebla, algunos de ellos, como Katrine Andersen, mencionan que en la obra se puede notar la influencia de Kant, Hegel, Spencer, Spinoza, Schopenhauer y Kierkegaard porque Augusto se siente perdido dentro de, justamente, una niebla que no le permite saber hacia dónde va o qué es lo que debe hacer para que su vida tenga un sentido.
Manuel García Serrano dice que el protagonista de Niebla intenta construir su identidad, pero no esa que se compone conforme al entorno y la convivencia, sino una individual y que Unamuno permite la contemplación de éste como concurrencia de dos factores: “que uno ha hecho cosas, y que uno ha de hacerlas”.
Sergio Arlandis se interesa, por una parte, en el trasfondo que guarda Niebla sobre el afán de salvación personal frente al no-ser, debido a que encuentra en ella un rasgo de agonía existencial en la búsqueda de la trascendencia y, por otra parte, en la problematización entre la razón y la fe, sobre la que dice “entiendo que la propia razón contradice la aspiración de la inmortalidad, pero es necesaria en cuanto que es la duda […] la que nos impulsa […] a la búsqueda de conocimiento”. Para este autor, esa incertidumbre que genera la inmortalidad, origina el miedo a no-ser “y una renuncia a la conciencia de ser-en-el-mundo en favor de una reinserción armónica en la Creación”.
Una de las primeras cuestiones en las que coinciden algunos críticos, es la teoría de que Unamuno tenía un estilo propio en sus escritos después de una fuerte crisis religiosa que experimentó el autor en 1897 en la cual “quiso crear aquello en lo que no creía”, y de la cual se tiene información debido a que su correspondencia fue recuperada casi en totalidad, y gracias a eso pudo verse, en las cartas dirigidas a Clarín, una constante referencia a este proceso.
Algunos aseguran que su postura se inclina hacia el agnosticismo y otros deciden definirlo completamente como ateo; pero, lo que es común entre estos estudiosos, es la mención de la importancia que Unamuno le dio a la existencia y al devenir humano, en la cual todos concuerdan. Se dice que este escritor pasó la vida entera entre el ir y venir en el pensamiento religioso, incluso se afirma que vivió con cierta angustia existencial, por lo cual deseaba poder proyectársela a sus lectores y que éstos vivieran los mismos cuestionamientos que él.
Según dice Luis García Jambrilla, lo que ha predominado en estos análisis son “las lecturas meramente temáticas y filosóficas, centradas fundamentalmente en el problema de la personalidad, de la existencia y de la identidad individual” en las obras de Unamuno, después, en frecuencia, se hallan las que se ocupan por la estructura autoficcional de éstas y, hasta lo último, las que están interesadas por las técnicas narrativas como la metaficción. Un ejemplo de estos estudiosos interesados en el estudio metaficcional de Niebla es Ana Dotras quien hace un detallado análisis sobre la nivola y demuestra las características que la englobarían dentro de ese modelo.
Dotras menciona que cuando Víctor Goti describe la estructura de la nivola (que se supone que él crea), suceden dos cosas, la primera es que también se presenta la forma de Niebla por lo que este personaje puede ser el portavoz de las ideas estéticas de Unamuno y la segunda es que el lector experimenta un extrañamiento que le genera la impresión de la obra que se crea a sí misma. Gracias a esto, según menciona esta autora, Niebla permite que el receptor sea también un co-creador del texto. Dotras relaciona lo dicho anteriormente por los críticos de la filosofía existente dentro de esta novela con la función metaficticia y dice:
Las conjeturas metafísicas en torno a las relaciones entre Dios y sus criaturas se hacen por analogía a la relación entre el autor-creador y sus personajes. El ser humano, como ente de ficción, es el protagonista de la novela que escribe Dios. La dimensión existencial se conecta de esta forma con la metaficticia, al sugerir la posibilidad del carácter ficticio de la existencia humana, al identificar la vida con la ficción.