Carta a mi hermano blanco
Léopold Sédar Senghor (Senegal)

Querido hermano blanco:
Cuando yo nací, era negro.
Cuando crecí, era negro.
Cuando me da el sol, soy negro.
Cuando estoy enfermo, soy negro.
Cuando muera, seré negro.
Y mientras tanto, tú, hombre blanco,
Cuando naciste, eras rosado.
Cuando creciste, fuiste blanco.
Cuando te da el sol, eres rojo.
Cuando sientes frío, eres azul.
Cuando sientes miedo, eres verde.
Cuando estás enfermo, eres amarillo.
Cuando mueras, serás gris.
Entonces, ¿cuál de nosotros dos es un hombre de color?

 

Canción del niño negro y del incendio
Nelson Estupiñán Bass (Ecuador)

Negro, negro, renegrido,
negro hermano del carbón,
negro de negros nacido,
negro ayer, mañana y hoy.
Algunos creen insultarme
gritándome mi color,
mas yo mismo lo pregono
con orgullo frente al sol:
negro he sido, negro soy,
negro vengo, negro voy,
negro bien negro nací,
negro, negro he de vivir
y como negro morir.

Ayer estaba jugando
en el portal de una casa
con Pepe, que es más pequeño
y que es hijo de dos blancos.
Pepe, como buen amigo,
su tambor había traído.
Cuando su madre nos vio
vino veloz a la carrera
y del brazo lo llevó.
—No debes jugar con negros,
–le dijo, y limpió el tambor
y la cara de mi amigo.

Juro que si algún pedazo
de mi color en la cara
de Pepe hubiera quedado,
con la mano se lo arranco,
porque mi color lo quiero
y lo quiero para mí.

¡Barrio Caliente está en llamas!
¡Se quema Barrio Caliente!
El barrio negro se quema
con un trozo de algodón.

Los bomberos ya se acercan,
¡pero el barrio está sin agua!
Barrio Caliente es hoguera
y el fuego es una pantera
que nos está persiguiendo
en una selva de llamas.
Crepitan guadua y pambil,
cade, piquigua y rampita.
¡Ay, mi rancho que se quema
y mi madre que naufraga
en marejadas de llamas!

¡Ay, mi hermanita, mi hermana,
que nos llama, que nos llama,
con una voz que se apaga
por la escalera encendida
que cayó sobre el cuerpo,
que la tiene aprisionada
y no la deja salir!
¡Que la salven a mi hermana,
que yo pago lo que pidan,
que si no tengo dinero
puedo pagar con mi vida!

Mi madre tiene las ropas
todas, todas, encendidas.
¡Mi madre que ya se quemó!
Mas por el bosque de llamas
como un fantasma abre campo.
¡Que una madre, por sus hijos,
hasta el fuego lo domina!
Ya la rescató a mi hermana
del infierno del incendio.
Yo recuperé mi voz,
¡Más que me llenan los ojos
de lágrimas de contento!
—¡Mama! –digo, y somos tres
que rodamos por la calle.

Ahora las llaman saltan
del trampolín de mi rancho
a la casa del vecino.

Cuando la madre de Pepe
ve que llevan por la calle
a mi madre y a mi hermana
en camillas militares,
dice en tono suplicante
alzando al cielo los brazos:
—¿Por qué se nos quemó, Dios mío,
todo ese Barrio caliente?

En los tiempos que vendrán,
cuando caigan las barreras
del odio de los adultos,
las barreras de colores
de los niños que hundirán,
será cuando sea hombre,
será cuando tenga hijos,
será cuando el mundo nuevo
nazca de todos los puños.
Niños blancos, niños negros,
niños negros, niños blancos,
mano a mano se unirán,
corazón con corazón,
unirán casa con casa
para la unión de la raza.
Otros serán ya los niños,
¡pero yo estaré presente!

Seré espiga de maizales,
o gota de agua cayendo
en las pupilas humildes
de marinos y soldados,
machete de macheteros,
rayo de sol en los juegos
de los niños del suburbio,
o quizás modesto abono
de la tierra repartida,
¡pero yo estaré presente!

Negro, negro, renegrido,
negro hermano del carbón,
negro de negros nacido,
negro ayer, mañana y hoy.
Algunos creen insultarme
gritándome mi color,
mas yo mismo lo pregono
con orgullo frente al sol:
negro he sido, negro soy,
negro vengo, negro voy,
negro bien negro nací,
negro, negro he de vivir
y como negro morir.

 

De ser como soy, me alegro
Nicomedes Santa Cruz (Perú)

De ser como soy, me alegro,
ignorante es quien critica.
Que mi color sea negro
eso a nadie perjudica.

En medio de mi pobreza
vivo en forma muy decente,
ni al amigo ni al pariente
pido ayuda en mi tristeza.
Si es orgullo o si es torpeza
mi modo de ser celebro: 
Lo tomado lo reintegro,
pago favor con favor,
y si negro es mi color
de ser como soy, me alegro.

Dentro de mi rectitud
tengo un corazón muy grande,
sirvo a cualquiera que mande
si al mandar tiene virtud.
¿Verán en mí, esclavitud
porque sirvo a gente rica?
Yo respondo a quien se ubica
al centro del subibaja:
Si es esclavo el que trabaja
ignorante es quien crítica.

Miro con gran displicencia
a quien ponga mala traza
porque le asuste mi raza
o le asombre mi presencia.
Y si alguno en su insolencia
me compara con un cuervo
tal injuria desintegro
con esta frase tan corta:
¡Si no molesto, qué importa
que mi color sea negro…!

Ni el color ni la estatura
determinan el sentir,
yo he visto blancos mentir
cual menguada y vil criatura.
Por esto, mi conjetura
no es dogma que se complica.
Muy claramente se explica
que, viviendo con honor,
nacer de cualquier color,
eso a nadie perjudica.

 

Balada de los abuelos
Nicolás Guillén (Cuba)

Sombras que solo yo veo,
me escoltan mis dos abuelos.

Lanza con punta de hueso,
tambor de cuero y madera:
mi abuelo negro.
Gorguera en el cuello ancho,
gris armadura guerrera:
mi abuelo blanco.

Pie desnudo, torso pétreo
los de mi negro;
pupilas de vidrio antártico
las de mi blanco.

África de selvas húmedas
y de gordos gongos sordos…
—¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro).
Aguaprieta de caimanes,
verdes mañanas de cocos…
—¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco).
Oh velas de amargo viento,
galeón ardiendo en oro…
—¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro.)
¡Oh costas de cuello virgen
engañadas de abalorios…!
—¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco.)
¡Oh puro sol repujado,
preso en el aro del trópico;
oh luna redonda y limpia
sobre el sueño de los monos!

¡Qué de barcos, qué de barcos!
¡Qué de negros, qué de negros!
¡Qué largo fulgor de cañas!
¡Qué látigo el del negrero!
Piedra de llanto y de sangre,
venas y ojos entreabiertos,
y madrugadas vacías,
y atardeceres de ingenio,
y una gran voz, fuerte voz,
despedazando el silencio.
¡Qué de barcos, qué de barcos,
qué de negros!

Sombras que solo yo veo,
me escoltan mis dos abuelos.

Don Federico me grita
y Taita Facundo calla;
los dos en la noche sueñan
y andan, andan.
Yo los junto.

—¡Federico!
—¡Facundo! Los dos se abrazan.
Los dos suspiran. Los dos
las fuertes cabezas alzan:
los dos del mismo tamaño,
bajo las estrellas altas;
los dos del mismo tamaño,
ansia negra y ansia blanca,
los dos del mismo tamaño,
gritan, sueñan, lloran, cantan.
Sueñan, lloran. Cantan.
Lloran, cantan.
¡Cantan!